viernes, 16 de julio de 2010

1º Capítulo. El encuentro.

Capítulo 1. EL ENCUENTRO.

El timbre del instituto sonó devolviendo a Lía al mundo real.
Siempre que llovía no podía evitar quedarse embobada mirando la lluvia caer por la ventana imaginándose que cada gota tenía vida propia.
Ese día se encontraba especialmente deprimida…
Había terminado de leer la segunda entrega de Andrea Chapela : El creador. Y sentía ganas de poder ser la protagonista de la novela y vivir una aventura fantástica.
Pero nunca le pasaba nada extraordinario. Vivía una vida totalmente normal y por lo tanto era una chica normal.
Recogió las cosas para salir al patio. Mientras salía de clase no pudo evitar escuchar a Lisa , la chica más popular del instituto, hablar sobre un chico nuevo que se integraría a clase mañana.
“¿Otro chico nuevo?” Pensó Lía…

Dave se despidió de su madre. Sabía que tenía que viajar al pueblo de su abuela.
Viviría con ella durante un tiempo hasta que encontrara lo que buscaba.
En realidad ni el mismo sabía que tenía que encontrar en ese pueblo de vital importancia, su padre le aseguró que lo sabría con solo mirarlo una sola vez…
En el fondo pensaba que eran alucinaciones de James, su padre.
Éste había muerto 7 meses atrás a causa de cáncer de pulmón. Dave y su madre lo pasaron mal, pero permanecieron juntos y consiguieron aliviar el dolor que producía el perder a un ser querido.
Dave no se replanteó el ir al pueblo de su abuela hasta el día anterior.
Encontró un video en el cual salían él y su padre jugando a fútbol en la playa. Dejó caer una lágrima mientras miraba la escena. No. El sabía que no eran alucinaciones. Su padre habló coherentemente hasta el último momento. Sabía lo que decía, no eran alucinaciones. Tenía que viajar al pueblo de su abuela. Tenía que hacerlo por él.
Subió al tren y miró por última vez el rostro de su madre. La echaría realmente de menos.
Ahora empezaba una nueva vida, sin ella, sin sus amigos… Pero no sentía pena, ya no. Porque le esperaba una misión: Encontrar ¿Algo?
“Empezamos bien” pensó Dave…

Por fin llegó al pueblo de su abuela. Era un lugar pequeño donde solo había casas, pequeñas tiendas, alguna que otra iglesia y un colegio/instituto.
Miró por última vez el pueblo y se dirigió a casa de su abuela.
-Hola Margaret – Dijo Dave con una sonrisa. Su abuela odiaba que la llamaran “abuela”.
-Hola Dave, llegaste más temprano de lo que pensaba. Ya sabes cual es tu habitación.
Sí, lo sabía. Siempre que venía a pasar las vacaciones en casa de su abuela dormía en la misma habitación.
-Vale abu…Margaret. -Margaret esbozó una sonrisa.
No se quedó en el salón mucho tiempo, llevó su equipaje a su habitación y se tiró a la cama a pensar.
Mañana tenía que ir al instituto. Eso era lo malo. Su madre le dejaba ir a buscar lo que su padre aseguró que encontraría, pero debía asistir a clase obligatoriamente, aunque tuviera ya 17 años.
Él no tenía deseos de estudiar nada… Nada de lo que se podía estudiar era para él.
Pero su madre insistía en que Debía estudiar para conseguir un futuro digno.
En el fondo Dave la comprendía… Su madre nunca había tenido la oportunidad de poder estudiar, ya que Margaret la obligó a permanecer en casa como una señorita y la enseñó todas las tareas de la casa.
Dejó volar su mente a cualquier otro lugar, pero, cuando quiso darse cuenta, ya se había quedado dormido…

El sacerdote cerró los ojos y empezó su plegaria.
Reisa lo miró. Era la única persona que se había querido ocupar de ella.
Cuando perdió sus padres se quedó sola, pero él la ayudó y la cuidó. Era muy buena persona. Pero en esos momentos no le entendía.
¡Ganer estaba en guerra! Y él al contrario de ayudar a los heridos, pasaba horas y horas rezando.
No pudo aguantar más y le gritó:
-¡No entiendo de que sirve rezar! Si los dioses existieran, no habrían dejado que Ganer entrara en guerra, y que los seres mágicos quedaran en manos de… bueno… de él.
El sacerdote se dio la vuelta y la miró fijamente. Reisa no pudo aguantar la mirada y agachó la cabeza.
-Reisa, hay cosas que no entiendes. El momento aún no ha llegado. – Dijo con voz serena.
-Llevas diciendo eso desde que entramos en guerra.-le miró con seriedad. Aunque tenía 10 años era una chica muy madura – Si esa “ayuda” no llega pronto…
-Moriremos…- Le cortó una voz que provenía del otro lado de la estancia – y nadie podrá hacer nada por evitarlo. – Prosiguió.
Reisa se giró y siguió con la mirada al portador de la voz.
En cuanto supo quien era, se agachó en una simple pero cordial reverencia.
Era Athan, el último mago.


Lía llegó a casa. Eran las 5 de la tarde, puesto que el colegio en ese pueblo acababa a esa ahora. Su madre le preguntó que tal el día, como siempre.
Pero al igual que su madre repetía la misma pregunta todos los días, Lía por su parte respondía siempre lo mismo:
-Bien. Nada nuevo. –Y con una falsa sonrisa, se dirigió hacia el fondo del pasillo.
Entró a su habitación y se encerró.
Su madre siempre se preguntaba que es lo que haría su hija tantas horas encerrada… Nunca se atrevía a entrar, porque cuando lo hacía, Lía se ponía de muy mal humor, como si hubiera estropeado su concentración.
Muchas veces se replanteó llevarla a un psicólogo, puesto que no tenía amigos y no hablaba mucho.
Pero siempre que sacaba el tema Lía le decía muy segura:
-Mama no digas estupideces, estoy bien. Es normal en los adolescentes querer pasar horas y horas en nuestra habitación. Y lo de los amigos… Sí que tengo, es solo que, últimamente no me apetece ir a los lugares a los que van…es solo eso mamá. No te preocupes. – Decía siempre con esa falsa sonrisa que la caracterizaba.
Pero ese día Lía estaba especialmente deprimida, no tenía ganas de darle explicaciones a su madre por su comportamiento.
Se tiró en la cama y miró al techo. Y se preguntó la misma pregunta de siempre:
“¿Por qué mi vida es tan aburrida?”
Odiaba las rutinas, y por desgracia vivía una.
En ese momento entró su madre a la habitación y la observó tirada en la cama mirando al techo.
-¿Qué te ocurre Lía? – Preguntó realmente preocupada - ¿Estas enferma?
- ¡No mamá! – Se levantó de la cama y la miró con ojos asesinos – Nadie te ha pedido que entres en mi habitación. ¡Fuera! –Chilló.
-Hija, solo venía a decirte que han llegado las notas de este trimestre, y no entiendo que pasando tantas horas en tu habitación, suspendas las asignaturas.
-Sí has venido a reñirme, ahórratelo. – Le dio la espalda a su madre para que no viera como una lágrima caía por su mejilla. - ¡Largo!
-Pero Lía…
-¡No! – Le cortó Lía. – Déjame sola.
Ni ella misma se entendía. Tenía toda la capacidad para estudiar y aprobar las asignaturas. Pero por alguna razón, sabía que no estaba hecha para trabajar y llevar una vida normal. No quería ese futuro.
En cuanto su madre salió de la habitación, Lía abrió la ventana y salió de casa.
Eso era lo bueno de vivir en un chalet, que si quería irse solo necesitaba salir por la ventana y saltar la valla.

Ya eran las 8 de la tarde, realmente el tiempo volaba.
Vagaba por el pueblo hasta que el reloj de la plaza principal marcó las nueve y media.
No quería ir a casa. Aún no.
Se sentó en la baldosa de un callejón vacío. Sabía que en ese lugar nadie la encontraría ni la molestaría. Pero de todas formas, ¿Quién lo haría? No tenía amigos, salvo Silvia. Pero no era su amiga era su compañera, y tampoco se preocuparía por ella.
Entonces sucedió.
Un hombre borracho se asomó por el callejón. No tenía intención de pasar por ahí, pero al verla se acercó.
-uy.. pero , ¿Qué hace una chica tan guapa sola a estas horas? – preguntó con esa sonrisa que tantos escalofríos causaban en Lía.
Esta se levantó con el propósito de marcharse sin decir palabra pero el hombre la agarró del brazo y le dijo:
-No te vallas tan rápido – Su semblante cambió y se puso serio enseguida. – ¿No te quieres venir a mi casa a jugar un rato?
- N..no.. – balbuceó.
El hombre empezó a apretarle el brazo.
-¡Suéltame! – Chilló.
Entonces el hombre se acercó a ella y le puso la mano en la boca haciéndola callar.
-Vamos, vamos… ¡Si nos lo pasaremos bien! –El hombre borracho se rió. Y le apretó aun más el brazo.
Entonces Lía cerró los ojos. Estaba sola, nadie la ayudaría. ¿Por qué tuvo que ser tan estúpida y sentarse en un sitio alejado?
El hombre empezó a acercarse a ella y le levantó la falda.
Ella le pegó una patada en la rodilla, pero el hombre se rió y la tiró al suelo.
Lía empezó a respirar entrecortadamente. Ya solo cabía esperar lo peor…

Dave se despertó. ¿Cuándo se había quedado dormido?
Eran las 6 de la tarde la última vez que miró el reloj…
Quería buscar a su abuela, pero entonces recordó algo… ¿Era un recuerdo? ¿O lo había soñado? El sacerdote, Reisa, Athan… eran todos tan reales, que por un momento creyó que no había sido un sueño. Se limpió los ojos. ¡Qué tontería! ¿Cómo no iba a ser un sueño?
Salió de la habitación y miró la hora en el reloj de la cocina, eran las 9 de la noche…
Pues si que estaba cansado para haber dormido 3 horas.
Se dirigió al salón, pero su abuela no estaba. En realidad, no estaba en ninguna parte de esta.
Entonces se acordó que esa tarde quería mirar con más detenimiento el pueblo, pero al haberse quedado dormido no pudo.
Volvió a mirar una vez más por si su abuela estaba. No, no se encontraba allí.
“Bien, pues daré una vuelta. A lo mejor me la encuentro por la calle. Y así de paso visito el pueblo”.
Y con ese pensamiento, salió de la casa.
Él vivía en la capital con su madre y las veces que venía al pueblo de su abuela a pasar unos días nunca salía mucho. No era necesario. Tan solo se quedaba dos días o tres, y tampoco tenía amigos allí, así que se dedicaba a pasar el rato con su abuela y a ver la tele.
No conocía el pueblo, porque las pocas veces que salía de casa de su abuela era para hacerle un mandado en la tienda que estaba al doblar la esquina. Por lo tanto, nada más conocía lo básico: La iglesia, la plaza principal, la casa de su abuela y la tienda de la esquina de al lado.
Pero si quería encontrar eso que le aseguró su padre, tendría que conocer el pueblo de una vez por todas.
“Mejor tarde, que nunca” pensó.
Dobló una esquina y después otra, giró a un lado y luego siguió recto. No sabía hacia donde iba, pero no le importaba. El pueblo era pequeño, no le sería difícil regresar a casa si le era necesario.
Llegó a un lugar deshabitado, en el que solo había casas en ruinas y un callejón.
No supo porqué pero ese lugar le causó escalofríos… así que decidió irse de allí lo más pronto posible. Además no había localizado a su abuela en ningún lugar, seguramente le estaría esperando en casa preocupada. Debía marchar ya.
Pero algo le detuvo.
Se giró y observó el callejón. Su corazón empezó a latir desenfrenadamente… había algo ahí que… le ponía nervioso.
Entonces lo escuchó. Una chica chilló y segundos después un hombre rió.
Recordó la hora, y miró el lugar… Podría ser que alguien estuviera en peligro.
Tras unos segundos de duda, se acercó al callejón con el corazón latiéndole a mil por hora. Se asomó lo suficiente para ver a una chica tumbada en el suelo y a un hombre (visiblemente borracho) acercándose a ella mientras le decía estupideces.
Por un momento tenía miedo porque no sabía que debía hacer… pero cuando miró una vez más la situación, sus dudas y temores se esfumaron dejando paso a un odio incontrolable contra ese hombre.
Se internó en el callejón chillando y le pegó un puñetazo.
A este no le dio tiempo a reaccionar, pues le pilló por sorpresa y calló al suelo aturdido.
La chica le miró asustada y se levantó rápidamente para ponerse detrás de él.
El borracho miró a Dave y dijo unas cuantas cosas sin sentido… Dave le miró con ojos asesinos, y el borracho se marchó por donde había venido.
Dave se giró y miró a la chica.
-¿Estas bien? – Preguntó , intentando tranquilizarla.
No pudo seguir hablado cuando sus ojos se cruzaron con los de esa chica.
Era… No podía explicarlo.
Se quedaron unos segundos así, bebiendo mutuamente de sus rostros.
Aunque había poca luz en el callejón, había la suficiente para poder distinguir cada centímetro de su cara.
Observó su rostro poco a poco… Sus ojos eran preciosos… azules con un brillo intenso como si en su interior se encontrara una pequeña estrella.
Su pelo marrón hacía contraste con su piel blanca. Le pareció realmente la chica más guapa y extraña que jamás había visto.
Al final Dave recuperó la voz y le preguntó:
-¿Co..cómo te llamas? – Intentó disimular que su voz temblaba.
-Estoy bien – dijo – Gracias por ayudarme.
Desvió la mirada y se fue corriendo.
Dave no la siguió. Supuso que fue un día muy difícil para ella, y además era un forastero en ese pueblo.
Esperó unos segundos hasta que recordó que su abuela estaría preocupada por el…
Dio la vuelta y empezó a caminar de regreso a casa pensando en quien sería esa extraña chica y porque su rostro no desaparecía de su mente…

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