lunes, 19 de julio de 2010

3º Capítulo. La sonrisa de Lía

3. Capítulo. La sonrisa de Lía.

Lía llegó a su casa saludó a su madre y se encerró en su habitación.
No sabía que le ocurría, pero no paraba de pensar en Dave. Y eso le ponía nerviosa.
Porque ella sabía que todas las chicas del instituto morían por él… y no quería ser una más. No.
Se sentó en la cama y miró por la ventana el paisaje que se extendía alrededor de la casa.
Se sentía tan sola… No podía hablar con nadie de sus sentimientos…
Mucho tiempo atrás si tuvo amigos… pero todos ellos se alejaron de ella. Era rara, no comprendía las cosas que hacían la gente de su edad. Disfrutaba haciendo otras cosas que ellos no entendían. Y su genio…
Vale sí lo admitía. Tenía mal genio y mucho carácter. ¿Pero que iba a hacer? Si lo heredó de su padre…
“Papá” pensó. Hacía mucho tiempo que no le veía. Su madre, su padre y ella eran la familia perfecta. Entonces Lía no pasaba horas y horas encerrada en su habitación.
Pero desde que sus padres se divorciaron todo cambió.
No volvió a ver a su padre desde ese momento. Su madre nunca le dijo el motivo de su desaparición. Pero tampoco preguntó.
Decidió salir a dar una vuelta. Necesitaba despejarse. No tenía ganas de que su madre se diera cuenta de que estaba deprimida y que volviera a preocuparse.
Así que salió por la ventana y saltó la valla.
Caminaba sin rumbo fijo por las calles del pueblo. Esta vez no iría a ningún callejón por supuesto.
De todas formas eran las 5 de la tarde, y seguramente a esa hora no habría ni un espíritu en el pueblo.
Se sentó en un bordillo de la acera y se tapó la cara dejando que el tiempo pasara.

Dave le contó a Margaret lo que sucedió en el instituto.
No debió hacerlo porque enseguida se preocupó mucho y llamó a su madre.
Suspiró. Estaba bien, no tenía porque llamar a su madre. Estuvo media hora hablando con ella por teléfono para explicarle todo con pelos y señales.
Odiaba tener que explicarle cosas a su madre. Porque al final el tenía la culpa de todo.
Daba igual que le pegaran un balonazo en la cabeza porque un tío estaba medio loco, daba igual porque el siempre tenía la culpa.
Cuando terminó de hablar con su madre colgó el teléfono y se sentó a ver la tele.
Margaret entró en el salón y lo miró un rato hasta que habló:
-Jovencito, tu madre me ha dicho que estas castigado. –Dijo. Dave la miró con enfado.
-Lo se, pero lo veo injusto. –Respondió sin mirarla.
-Eso lo tendrás que hablar con ella. Pero por ahora no saldrás de casa en una semana. –Le miró y abandonó la habitación.
Dave no se lo podía creer.
“¿Una semana? ¿Y a qué santo?” Pensó. No sabía si reír o pegarle una patada a algo.
Como no estaba en su casa ni en su habitación no quería romper nada, así que sin hacer ruido salió de la casa de su abuela.
-A la mierda el castigo –Susurró.
Dio una vuelta alrededor de la plaza y observó el reloj principal. El tiempo pasaba muy lentamente…
Tenía ganas ya de encontrar eso que su padre le dijo que encontraría y poder volver a su casa, a la capital.
Pero tampoco estaba seguro de si lo encontraría.
La barriga le rugió. Tenía hambre. Se había ido sin merendar y faltaba poco para la hora de la cena. Así que puso rumbo a casa de su abuela.
Mientras doblaba una calle la vio.
No supo quien era hasta que la chica se quitó las manos de la cara. ¿Lía? ¿Qué hace aquí?
Recordó que desapareció cuando lisa entro en la enfermería sin poder despedirse ni nada. Así que tubo una idea.
Se puso detrás de ella sin que lo notara:
-Buenas tardes. –Le susurró al oído con voz ronca.
Lía se asustó y se giró bruscamente.
-¡Qué susto me has dado! –le miró con ojos asesinos.
-Jajajaj de eso se trataba –Dijo Dave con una sonrisa.
Lía le miró pero no dijo nada.
-¿Qué haces sentada aquí sola? –Entonces recordó que no tenía amigos y se maldijo internamente. –Me refiero…
-Sí sola – Le cortó ella. -¿Con quien quieres que esté?
Dave desvió la mirada y se sentó a su lado.
-Conmigo –Contestó sencillamente.
Lía le miró un momento y luego volvió a fijar su mirada en la acera de enfrente.
-No necesito que sientas pena por mí.
-¿De verdad crees eso? –Dave se rió y la miró.
No sabía porque pero esa chica tenía algo que… la observó. Era diferente a las demás.
-Desde que te he conocido no te he visto sonreír ni una sola vez… -Dijo Dave.
-Bueno, tampoco he tenido un motivo para hacerlo.
Eso le dejó pensativo, y internamente Dave se propuso hacerla sonreír de una manera u otra y hasta que no lo consiguiera no descansaría.

Pasaron unos minutos en silencio mientras cada uno pensaba en sus cosas.
Cuando Lía pensaba que no volverían a hablar, Dave cortó el silencio.
-Si voy a ser tu amigo… Tendré que saber algo de tu vida, ¿No? –Dijo Dave sin mirarla.
Lía le miró un momento pero no contestó. ¿Por qué se empeñaba en ser su amigo? Podría estar con cualquier chica guapa, graciosa y lista pero estaba con ella. ¡Con ella! Que no tenía amigos ni nada en especial.
-No me gusta hablar de mi vida. –Contestó al cabo de unos minutos.
Sí le gustaba hablar de su vida, le encantaba decir lo que sentía y expresarse… pero no podía.
-Pues yo pienso que sí. –Dijo él mirándola de nuevo –Si piensas que lo que quiero es dejarte en ridículo o algo te equivocas… Y para que me creas te contaré mi vida.
Lía asintió pensativa.
-Yo tenía una familia normal. Vivía en la capital y tenía amigos y todas esas cosas.-Hizo una pausa de unos segundos –Mi padre murió de cáncer de pulmón y con él parte de mi vida. –Continuó. Lía se fijó en que no le miraba… y eso era raro, porque siempre que hablaban era ella la que evitaba su mirada.-Antes de morir, me dijo que viajara al pueblo de mi abuela porque tenía que encontrar una cosa muy importante. No me replanteé eso hasta hace unos días… -La miró –Y aquí me tienes.
-Lo siento. –Dijo rápidamente. Y antes de que Dave pudiera decir algo, ella le cortó –y… ¿Has encontrado ya eso?
Dave la miró intensamente y Lía volvió a sentir algo raro en su estómago.
-No lo se. –Entornó los ojos un momento. Lía sabía que no se iba a salvar. –Ahora te toca a ti. –Dijo con una sonrisa.
- Ya te dije que… -Le miró. Le había contado que su padre había muerto y eso no es fácil de contar. Suspiró –Esta bien…
Dave sonrió complacido.
-Yo… me llamo Lía. –Dave se rió ante esa declaración –y siempre he llevado una vida normal… Al principio tenía amigos, pero conforme fui creciendo mis amigos fueron alejándose de mí… No les caía bien… era… rara… bueno, soy. –Miró al suelo y continuó –Mis padres se divorciaron y bueno… no he vuelto a ver a mi padre.-
Se sentía tensa. Nunca se lo había contado a nadie.
-Lo siento también –Dijo él.
-¿Aún quieres ser mi amigo? –Dijo ella esperando que su respuesta fuera no.
-Sí – Contestó.
-¿Por qué?
-¿Por qué no?
Odiaba que le contestaran con preguntas y Dave tenía la manía de hacerlo. Le miró de reojo pero no dijo nada.
Dave se lenvantó y le dijo a Lía que ya era muy tarde.
Lía asintió y se despidieron.
Durante el camino no pudo dejar de pensar en lo que le había dicho Dave.
¿Sería verdad? ¿Quería ser su amigo? Negó con la cabeza. En cuanto la conociera mejor se alejaría de ella como sus amigos. Así que decidió no cogerle confianza porque sino al final lo pasaría mal… como siempre…

Reisa se alejó del bosque y se internó en el pueblo. No tardó en divisar a Athan y el sacerdote.
-¿Qué ocurrió? –Sabía lo que había ocurrido pues había estado espiando desde el bosque, pero prefirió hacerse la ignorante.
-Nada importante. –Dijo Athan. Luego se retiró sin decir nada.
Reisa y el sacerdote se miraron…
Ella estaba segura de que el sacerdote sabía que es lo que había ocurrido, pero también estaba segura de que no se lo contaría. La trataba como a una niña, y no confiaba en que pudiera entender lo que sucedía. Pero no era así. Ella si podía entender las cosas…

Athan entró en una casa deshabitada sin que nadie le observara.
No sabía quien había vivido en esa casa… pero un día mientras se adiestraba como mago la encontró. No vio nada de especial en ella… salvo una cosa.
En el suelo había marcas de haber arrastrado algo pesado muchas veces… Como si hubieran movido un mueble repetidas veces… Al levantar la vista solo encontró un armario, y su suposición fue certera, porque detrás del armario se encontraba un pasadizo secreto… Y así fue como Athan años atrás encontró aquel pasadizo, que tan buen uso podría darle ahora.
Movió el armario y se adentró en el. Estaba muy oscuro, pero llevaba una antorcha siempre encima.
La encendió y siguió caminando. Minutos después llegó a una pequeña habitación poco iluminada.
Se arrodilló y agachó la cabeza.
-Princesa debe marchar ya. No puede pasarse toda la vida aquí encerrada. –Dijo Athan con voz neutral.
-Levántate por favor. –Fue lo único que respondió.
Athan obedeció y la miró fijamente.
-No puedo dejar que él me encuentre… Tú sabes bien porque. –Dijo con una voz dulce y fina.
-Lo se princesa… -Iba a continuar pero la princesa le cortó.
-Dianthe, por favor… llámame Dianthe.
-Dianthe –Ella le miró fijamente y bajo la luz de la antorcha pudo observar un poco mejor sus rasgos… la princesa Dianthe acababa de cumplir 18 años y se veía más hermosa que nunca. -Debes marchar pronto. Aquí no estas segura.
-Ven conmigo. –Dijo –No me dejes sola… por favor…
Notó nostalgia en su mirada. No la dejaría sola. Ya no tenía fuerzas para separarse de ella. Ya no…


Dave se despertó y se rascó la cabeza. Ya estaba acostumbrado a esos sueños raros que más bien parecían recuerdos. Le parecían historias y cada vez que dormía, esta avanzaba un paso. No le contó a nadie a cerca de esos extraños sueños, porque pensó que le tomarían por loco.
Además no le importaba soñar cosas raras. Le era indiferente.
Miró la hora en el reloj… Eran las 11 de la mañana. La semana había pasado volando y ese día Dave podía disfrutar de unas cuantas horas más para dormir.
Su “amistad” con Lía si así podía llamarse, no había avanzado nada. Ella se notaba tensa cuando estaba a su lado y evitaba hablar con él… Y eso… eso le mosqueaba bastante.
Así que decidió que ese mismo sábado lo hablaría con ella.
Pero de todas formas… ¿Cómo lo haría? No tenía su número de teléfono ni sabía donde vivía…
“Mierda” Pensó. “No puedo esperar al lunes”
Apretó los dientes. No se iba a rendir tan fácil… El pueblo era pequeño, en alguna casa viviría.
Salió a la calle y dio un par de vueltas por los alrededores. No sabía en que estaba pensando… el pueblo era pequeño, pero habían muchas casas.
Suspiró. No la encontraría nunca si no pedía ayuda.
-¡Dave! –Gritó alguien. Al principio Dave no sabía quien era, hasta que distinguió su tono dramático. Era Lisa.
-Hola Lisa. –Dijo con una sonrisa. – ¿No estará tu novio por aquí no? –Preguntó él visiblemente nervioso.
-No jajaja tranquilo –Dijo con una sonrisa.
- Oye Lisa… ¿Tu sabrías decirme dónde vive Lía? –Dave pronunció las palabras muy despacio mientras miraba al suelo.
-¿Lía? – Hizo una mueca – Claro. Es mi vecina.
Dave sonrió y Lisa le dijo donde vivía. En cuanto se lo dijo se despidió de ella sin dejarle tiempo a que le interrogara.
Al cabo de cinco minutos llegó a su casa.
Era un chalet, bastante grande, con piscina y un pequeño césped.
El siempre había vivido en un piso, así que le sorprendió ver la casa. A continuación tocó el timbre y esperó.
-¿Quién? –Contestó una mujer, que Dave suponía que era su madre.
-Emm Hola… soy Dave.. em ¿Está Lía? –Preguntó nervioso.
-Claro, un momento.
Al cabo de unos minutos salió Lía. Le sorprendió ver como salía de su ventana y saltaba la valla.
Dave le miró interrogante.
-¿Qué? –Dijo ella. –Tengo complejo de mono.
Dave se rió pero ella al contrario permaneció impasible.
-Necesito hablar contigo.
-¿Qué quieres? –Preguntó seria.
Dave negó con la cabeza y la cogió de la mano arrastrándola a otro lugar. Lía se dejó llevar a regañadientes.
Cuando estuvieron apartados de su casa Dave la soltó y la miró un rato antes de hablar.
-Llevas evitándome toda la semana, ¿Qué te ocurre?
Lía no contestó pero si alejó la mirada. Al cabo de unos segundos contestó:
-No… no te importa. –Dijo en un susurro.
Dave la cogió del brazo y la atrajo hacia él para que le mirara a los ojos.
-¿No me importa? – Dijo Dave. Sus caras estaban a 5 cm de distancia.
Lía pareció sentirse incómoda e intentó soltarse de Dave, pero no pudo. Así que le miró y no tuvo más remedio que contestarle.
-Dime… ¿Para qué quiero tener un amigo si luego me abandonará como todos los demás? –Lo dijo enfadada, o por lo menos Lía quería que sonara como si estuviera enfadada, aunque más bien parecía triste.
-Yo no soy igual que todos los demás –Dijo sin apartar la mirada. Se dio cuenta de que le apretaba mucho el brazo a Lía así que la soltó.
Lía suspiró y se apoyó en un árbol.
Dave se apoyó justo a su lado y la miró un rato. Ninguno de los dos hablaba pero parecía que no hacía falta.
Pasaron unos cuantos minutos, y Dave se dio cuenta de que Lía estaba triste, así que decidió sacar algún tema de conversación.
-Llevo unos días soñando unas cosas raras… -Se paró un momento y cuando Lía le miró continuó hablando. –Es… como una historia, y en cada sueño, esta avanza un capítulo.
Siempre están las mismas personas… y es todo muy pero que muy real… A veces pienso que no estoy soñando. –Lo dijo con ironía, pero Lía seguía mirándolo seria.
-¿Qué personas? –Preguntó Lía.
-Reisa, Athan, el sacerdote, la princesa Dianthe…
Lía desvió la mirada y habló de nuevo.
-Tienes mucha imaginación.
-Si supong… -Iba a terminar la palabra pero se resbaló del árbol y se calló al suelo.
Lía no pudo evitar reírse porque justo en el suelo había una caca de perro.
Dave se levantó rápido y puso cara de asco. No le gustaba que se rieran de él cuando se caía pero cuando la miró todo enfado desapareció y solo había un pensamiento en su cabeza… “He hecho reír a Lía” y eso le puso muy contento… Pero intentó que no se notara.
Lía le ayudó a caminar por si se había hecho daño y le invitó a su casa a limpiarse el pantalón.
Hacía ya rato que Lía no sonreía pero Dave la miró y le dijo:
-Me encanta tu risa. –En realidad Dave no tenía pensado decírselo, pero se le escapó. Pensaba que Lía se enfadaría pero al contrario de eso, Lía se sonrojó y desvió la mirada.

-Pronto llegará el momento –Dijo Arwel con una sonrisa siniestra.

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