jueves, 29 de julio de 2010

7º Capítulo. Leyendas y peligros...

Capítulo 7. Leyendas y peligros…

Juan Antonio, el médico de Dave, se quedó atónito.
-¿Qué ocurre? –Preguntó Dave extrañado.
Juan Antonio observó detenidamente su cara y su brazo.
-Tus hematomas han desaparecido y… -Continuó el médico quitándole la venda de la mano –Y la contractura de tu mano derecha ha desaparecido.
Dave entendió que eso no era normal… aunque desde el día de la pelea para él ya nada era normal.
-Hace menos de un día –Prosiguió Juan Antonio alejando los pensamientos de Dave – Estabas inconsciente, tu cuerpo estaba muy debilitado, como si hubieras realizado una carrera muy larga. Nunca había visto nada igual, ayer pensé que si seguías así tendrías que estar como mínimo una semana hospitalizado. Pero hoy… ya te has recuperado.
El médico miraba informes e iba comprobando cosas en el cuerpo de Dave como si de una rata de laboratorio se tratara.
-No puede ser… -Mascullaba Juan Antonio.
-Si ya estoy bien… ¿Cuándo me darán el alta? –Preguntó Dave ya cansado de las pruebas del doctor.
-Te haré unas pruebas más y si todo esta en orden, te podrás ir a tu casa.
Dave asintió y volvió a tumbarse en la camilla. Deseaba salir del hospital de una vez por todas. Llevaba nada más dos días pero el tiempo allí se le hacía eterno.

Lía terminó de leer el primer capítulo del libro.
Se sintió extraña al leerlo, era todo tan… ¿Raro? El primer capítulo era una leyenda. La leyenda de los elegidos…

Y un día los elegidos se encontrarán.
No importará la época o el lugar, el sexo o la lealtad.
Juntos vencerán la oscuridad y salvarán Ganer de la maldad.
De otro mundo vendrán y juntos partirán.
Surcarán los cielos, navegarán las aguas, enfrentarán demonios, ganarán batallas, bailarán con brujas, derretirán el hielo, viajarán a la muerte y al mundo entero.
Cuando el Sol* muera podrán vencerle y por cada dios recibirá muerte.
Aunque siempre puede cambiar el final, ni eso las brujas podrán predicar.

AUREO*


Lía releyó la leyenda como mínimo diez veces hasta memorizársela. Leer esa leyenda le hacía sentirse rara… No pudo dejar de mirar la palabra Sol* con el asterisco.
Justo debajo de la leyenda había un nombre con otro asterisco AUREO*. ¿Qué quería decir? Lía no lo sabía. Pero estaba segura de que ese Sol se refería a AUREO.
Debajo de esa leyenda tan extraña, el autor Frederick Monse, escribía la historia de dos personas de mediana edad.
Un día se encontraron y desde el momento en el que sus miradas se cruzaron sus vidas cambiaron. Ella, la mujer llamada María empezó a visualizar Ganer, el mundo mágico.
¿Cómo? Eso era lo más curioso. María era una pintora buenísima y desde que se encontró con el hombre llamado Felipe empezó a pintar en sus lienzos un extraño mundo mágico en el cual habitaban todo tipo de seres mágicos.
No supo que en realidad lo que pintaba era Ganer… hasta que viajó allí.
Felipe y María entendieron que eran los elegidos, y que debían salvar el mundo.
Se le erizó el vello de la nuca. Dave visualizaba Ganer en sueños… ¿Quería decir que todo era real? ¿Qué Ganer existía? ¿Qué él era el elegido? Entonces… ¿Quién era el otro elegido? Comprendió que el libro no le daba respuestas, si no más bien al contrario.
Pero entonces cayó en la cuenta… ¿Y quién es el hombre de los ojos plateados alias el hombre oscuro? ¿Sería ella la otra elegida? Desechó la idea enseguida.
Le encantaría viajar a otro mundo mágico. Pero nada era cierto, todo era mentira.
La magia no existía, ni los poderes mágicos, ni la fantasía. Se puso triste ante la gran verdad. Y en el caso de que existiera, ella no sería la elegida. Dave no la quería… y si la quería era como amiga nada más…
Y bueno ella… ella no entendía sus sentimientos. Movió la cabeza con desesperación.
Decidió que lo que más necesitaba ahora era despejarse y aclarar sus ideas. Así que se fue a la ducha.

Dave salió por fin del hospital.
Le habían hecho mil pruebas pero, para el asombro de Juan Antonio, estaba totalmente recuperado. Así que no tuvo más remedio que darle el alta.
Llegó a casa de su abuela. Su madre le había pedido en el hospital que regresara a casa. Pero Dave presentía que eso que tenía que encontrar estaba más cerca que nunca.
Así que le dijo a su madre que le diera dos semanas y que si no encontraba eso que buscaba, regresaría a casa.
Su abuela le recibió con abrazos y besos mientras le acariciaba la cara y le preguntaba mil veces si estaba bien.
-Si, Margaret. Estoy genial. –Contestó Dave a una de las muchas veces que le preguntaba su abuela.
-Estas pálido. ¿Quieres que te haga algo de comer? –Preguntaba si dejar de cogerle de los mofletes.
- Vale… pero antes quiero ir a dar una vuelta. –Contestó Dave. Y con esas palabras salió de casa de su abuela. Rumbo: Casa de Lía.
No tardó en divisar el chalet de Lía. “¿Para que voy?” Se preguntaba mentalmente una y otra vez Dave. Iba para contarle a Lía todo lo que había sucedido. No podía mentirle, a Lía no.
Tocó al timbre y la madre de Lía le invitó a entrar.
-¡Hola Dave! –Dijo con una amplia sonrisa.
-¡Hola!
-Lía en estos momentos esta en la ducha… pero la puedes esperar en su habitación. Estoy segura de que no le importará. –Prosiguió.
Dave iba a negarse, pero la madre de Lía ya le había cogido del brazo y le señalaba la habitación. Asintió levemente y entró.
Observó su habitación detalladamente. Solo había entrado una vez ahí… Cuando Lía se desmayó a causa de la fiebre.
Era una habitación bastante ordenada, con muchos peluches y libros. Encima de la cama reposaba un libro y una libreta con un bolígrafo encima.
Ojeó el libro. Cuando lo cogió y miró el título no pudo evitar ahogar una exclamación.
“¡Qué coño…!” Pensó Dave.
Lía entró en la habitación y encontró a Dave con el libro en las manos. Iba a marcharse antes de que se diera cuenta de su presencia, pero Dave ya se había dado cuenta de que estaba allí.
-¿Qué es esto? –Preguntó Dave violentamente. No se lo podía creer. El venía a casa de Lía para contarle lo que le había sucedido durante la pelea con Dani porque no quería tener secretos con Lía y ella… Le escondía una cosa tan importante como que había un libro que se titulaba igual que un sueño suyo. Esperó su respuesta impaciente.
-Pues… un libro –Contestó Lía mientras desviaba la mirada hacia el suelo.
-¿Me tomas por tonto? –Volvió a preguntar Dave. -¿Por qué… Por qué no me has dicho nada?
Lía pareció pensarse la respuesta unos segundos.
-Estabas hospitalizado Dave… No creí que… -Dave la cortó descaradamente.
-¿No creíste que? ¿Es que acaso no te he contado yo siempre mis sueños extraños con ese mundo llamado Ganer? ¿Quién eres tú para ocultarme esto? –Continuó Dave cada vez más agresivo.
-Yo… -Lía no sabía por donde meterse.
-¿Qué más me ocultas Lía? ¡Venga dime! –Se tapó la cara con las manos y continuó hablando, pero esta vez parecía triste… muy triste. –Yo venía a sincerarme contigo. Te lo he contado todo desde que nos conocimos, pero nunca es suficiente contigo.
¿Quieres estar sola? Pues lo has conseguido.
Dave se levantó y se acercó a ella una última vez.
-¡Quédate el libro! Y tus estúpidos secretos. Ya no me importa Ganer… ya no me importas tú.
Y con esas palabras abandonó la habitación de Lía.

Lía aguantó un gemido. Lo había vuelto a hacer… ¿Por qué no se lo contó? ¿Por qué fue tan estúpida? Se tiró en la cama y dejó que las lágrimas rodaran por su mejilla.
Todos sus amigos se habían separado de ella alguna vez… pero esto era diferente. No quería perder a Dave. Le necesitaba y por su culpa lo había perdido.
Se limpió las lágrimas y miró las letras plateadas del libro. No pudo evitar sentir rabia así que le pegó una patada con todas sus fuerzas, como si al hacerlo toda su rabia e impotencia pudieran desaparecer de su cuerpo.
Este cayó al suelo y de él salió una pequeña hoja blanca. Lía observó la hoja antes de cogerla y la abrió delicadamente mientras se secaba las lágrimas.
Leyó detenidamente el contenido de la pequeña nota. En otras circunstancias se habría emocionado, pero ahora… Todo lo relacionado con Ganer le hacía sentir mal.
Así que guardó el papelito en su cajón y salió de su habitación.
Se estremeció involuntariamente. Esa sensación de que alguien la observaba aumentaba considerablemente hasta un punto en el que Lía no podía aguantar más. Cayó al suelo y se retorció como pudo. Era como si alguien se estuviera metiendo en su ser, como si alguien estuviera ojeando su mente y escuchando sus pensamientos. Chilló y chilló intentado que ese intruso saliera de su cuerpo.
Poco a poco esa sensación fue desapareciendo lentamente. Al cabo de un minuto ya no se sentía observada. Lía se miró las manos y se tocó la cabeza. No sabía que había sucedido, pero el sentimiento de sentirse observada había sido sustituido por otro sentimiento peor… por miedo.
Entonces lo comprendió todo. Comprendió todo lo sucedido durantes las últimas 2 semanas. Comprendió los sueños de Dave y sus visiones extrañas del hombre de los ojos plateados. Así que sin más dilatación salió de su casa en busca de Dave.

Dave caminaba sin rumbo fijo por el pueblo.
No sabía que hacer… Lo único que tenía claro es que no quería volver a casa de su abuela tan rápido. Necesitaba que el cabreo se le pasara.
Se paró en seco en la plaza central y miró detenidamente el reloj. Deseaba encontrar eso que su padre le prometió que encontraría para poder volver a su hogar.
Tiempo atrás había creído que Lía era eso que buscaba porque cuando estaba con ella, sentía que lo tenía todo, que no necesitaba encontrar nada porque la tenía a ella.
Pero ahora… ahora las cosas habían cambiado. Lía nunca confiaría en él. Y eso le dolía… le dolía mucho.
Entonces un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Tenía miedo y no sabía de qué.
Se giró lentamente y miró la plaza. ¿Dónde estaba todo el mundo? No había coches aparcados, no había gente por la calle, todas las persianas de las ventanas estaban cerradas…
-Vaya, vaya, vaya… -Habló una voz detrás de él. Se estremeció tanto que hubo un momento que pensó que sus piernas no le sostendrían ni un minuto más. Se giró lentamente con el corazón latiéndole a mil por hora y ahogó un grito. –¿Así que tu eres el elegido? –Prosiguió ese hombre, si se le podía llamar así, tan feo y deformado.
Dave no podía hablar porque el miedo le paralizaba. Tragó saliva e hizo un esfuerzo.
-¿Qué… Quién eres? –En su mente se estaban ejecutando mil preguntas a la vez, pero de su boca nada más salía esa pregunta.
Los tres hombres feos se rieron a la vez. Su risa era fea y siniestra. El hombre que estaba en el centro los hizo callar con un gesto y continuó hablando.
-Pero si solo eres un niño –Dijo con una “sonrisa”. Dave hizo una mueca de asco. Sus dientes estaban podridos, negros y amarillentos. Intentó no devolver lo que había comido. El hombre feo y deformado prosiguió. –No importa… Así será más fácil matarte. –Esa última palabra la enfatizó tanto que un escalofrío le recorrió todo el cuerpo.
Intentó pensar con claridad con todas sus fuerzas. Sabía quienes eran esos tres tipos porque los había visto en sus sueños cuando hablaban con el sacerdote y Athan. Eran parte del ejército oscuro y el hombre alto que estaba en el centro era el cabecilla.
¿Él era el Elegido? Por lo que tenía entendido eran dos los elegidos. Intentó relajarse, ya pensaría en eso más tarde. Ahora debía huir pero sus piernas no le obedecían. Miró hacia todos los lados de la plaza. No había nadie en la calle, estaba solo… como cuando peleó contra Dani. Cuando volvió a girarse los tipos feos y deformados ya no estaban enfrente de él. Y entonces lo notó. Fue solo un segundo pero bastó para mover levemente su cabeza. Dave miró de reojo hacia un lado y vio como una espada corta y curvada había estado a punto de rajarle los sesos.
-¡Vaya! –Exclamó el cabecilla con una amplia sonrisa. – ¡Tienes buenos reflejos! –Continuó.
Dave ya se había colocado en frente de su adversario e intentaba mirarlo con una mirada seria y segura. Pero en el fondo tenía miedo y el cabecilla del ejército oscuro lo sabía.
-¿Y los demás? –Consiguió preguntar Dave. Quería que su voz sonara autoritaria, que no temía a nada y que controlaba la situación. Pero no era así. Sabía que si no huía moriría.
El cabecilla sonrió levemente pero contestó.
-Han ido a buscar a la otra elegida. –Ese descubrimiento le hizo dudar un momento. ¿Una mujer?
El cabecilla aprovechó esos segundos de duda y se abalanzó hacia él.
Dave consiguió esquivar su estocada a duras penas, pero la espada le hizo un corte superficial en la barriga. Resbaló y cayó al suelo dándose un fuerte golpe en la cabeza.
Abrió los ojos rápidamente. El cabecilla del ejército oscuro estaba encima de él con la espada levantada con las dos manos dispuesto a herirle en el corazón.
Quería deshacerse de él pero pesaba mucho y no se podía levantar. Empezó a dolerle la cabeza y unos fuertes pálpitos resonaron en sus oídos impidiéndole escuchar. El cabecilla no dudó ni un instante más y, con todas sus fuerzas, le atravesó el corazón.
O eso creyó. Porqué Dave, con su mano derecha sujetó la espada a pocos centímetros de su corazón. El cabecilla ahogó una exclamación. Dave observó su cara de asombro y siguió el recorrido de su mirada. El cabecilla miraba su mano derecha, con la cual sujetaba la espada, porque emanaba un resplandor azul. El cabecilla hizo más fuerza intentando cortar su mano y atravesar su corazón pero no podía. Por mucho que lo intentara, la mano de Dave era más dura que el acero.
Todo alrededor de Dave empezó a ralentizarse. Los pájaros volaban más lentamente y los movimientos del tipo feo eran más lentos. Todo volvía a ir en cámara lenta, como cuando peleó contra Dani. Sonrió para sus adentros.
“Todo más lento… Todo más fácil” Se dijo mentalmente.

Lía salió corriendo de su casa. Necesitaba encontrar a Dave lo antes posible. Debía contarle todas las averiguaciones que había hecho hasta el momento, las visiones raras que había experimentado y la leyenda de los elegidos. Si él era uno de los elegidos, tenía derecho a saber la leyenda.
Corría tan deprisa que no se dio cuenta de las piedras que había en el camino y tropezó torpemente. Se había hecho daño en la rodilla, pero eso no la detendría. Debía encontrar a Dave.
Aún no se había levantado del suelo cuando un escalofrío le recorrió toda la espina dorsal. Reprimió un gemido. Tenía miedo, mucho miedo.
Levantó la vista lentamente y divisó, no muy lejos de ella, unos pies descalzos, feos y gordos. Continuó levantando la vista y los observó. Eran dos tipos feos que tenían la cara asimétrica. Lía los reconocería en cualquier lugar. Era los tipos que había visualizado cuando perdió el conocimiento. “Falta uno” se dijo mentalmente.
Se levantó torpemente y los miró un momento. Sabía lo que tenía que hacer.
- ¡Oh dios mío! ¡Un peine malvado! –Se inventó Lía señalando hacia un punto lejano.
Los dos tipos feos se giraron al mismo tiempo y miraron hacia donde Lía había señalado.
Lía, con una sonrisa nerviosa, aprovechó ese momento y echó a correr con todas sus fueras. Agradecía ser rápida y ágil. Giró mil esquinas y se escondió en mil lugares. Se sentía inquieta y sabía que tarde o temprano esos dos tipos la encontrarían. Miró con detenimiento los alrededores. Parecía el pueblo fantasma. Estaba atardeciendo y no había ni una sola persona en la calle. Eso la asustó más pero intentó relajarse. Respiró hondo tres veces y agudizó su oído. A lo lejos, quizás en la plaza central, se escuchaba una risa siniestra. Lía comprendió enseguida de quién provenía esa sonrisa y se acercó sigilosamente hacia la plaza. Se subió a un árbol y desde allí observó el panorama.
“¡Vaya! me parece que no soy yo la única que tiene secretos” Pensó Lía mientras observaba, anonadada, como Dave y el cabecilla del ejército oscuro se sumían en una extraña pero aterradora pelea.

No hay comentarios:

Publicar un comentario