lunes, 26 de julio de 2010

6º Capítulo. Ganer un mundo mágico

Capítulo 6. Ganer un mundo mágico.

Reisa, Athan y Dianthe salieron del templo y, sin más dilataciones, se internaron en el bosque. Allí Reisa se sentía segura y podría explicarles mejor donde se encontraban las brujas y cuanto tardarían en llegar.
-El otro día estuve hojeando en la biblioteca central –Hizo una pausa mientras Reisa se limpiaba el sudor de la frente. –Y encontré un volumen sobre las brujas de Jeno.
-¿Jeno? –Preguntó expectante Athan.
-Así es... No se el lugar exacto en el que habitan las brujas, pero se que es en el continente Jeno. La princesa y yo debemos viajar allí. Yo la dejaré a salvo. Tú parte al otro mundo y trae a los elegidos. –Contestó seria Reisa. Por la mueca que hizo Athan pudo deducir que no le gustaba que le mandaran órdenes y menos una niña.
-No. –Se negó Athan con el mismo tono de voz que utilizó Reisa –Os acompañaré. No voy a dejarte a ti y a la princesa Dianthe solas en un continente.
La princesa, después de mucho tiempo sin decir nada, habló:
-¿Cuánto tardaríamos? –Preguntó con un hilo de voz. Se la notaba nerviosa y asustada.
-En llegar a Jeno una semana… en encontrar a las brujas… -Hizo una pausa. En realidad Reisa no sabía como encontrar a las brujas. Aunque hubiera leído mil cosas sobre ellas, en ningún volumen especificaba donde y como se las podía encontrar –No tengo ni idea.
Reisa dirigió una vez más su mirada a Athan.
-El problema no es solo el viaje o encontrar a las brujas es…-Athan le cortó.
-El problema son los paisajes pantanosos que abundan en Jeno y los duendes mentirosos que te arrastran a la locura.
Reisa asintió. Había escuchado mil y una historias sobre los duendes de los pantanos.
Iban a partir de inmediato cuando Reisa cayó en la cuenta de algo.
-Athan, tú eres mago. –Dijo asombrada. Athan la miró desconcertado. –Quiero decir… tienes magia. No tardaríamos ni una semana en llegar a Jeno con tu poder. Y en encontrar a las brujas menos. –Reisa hablaba emocionada.
-No. –Dijo simplemente Athan. –No puedo usar mi poder…
-¿Por qué no? –Preguntó esta vez la princesa Dianthe.
-Arwel nos busca… Soy el último mago. El reconoce mi poder y estoy seguro de que el ejército oscuro también. Si utilizo mi poder, nos rastrearan y nos encontrarán. –Dijo Athan apretando los dientes.
Se escuchó un estruendo. Reisa se giró y observó el pueblo a la distancia.
-Debemos partir ya. –Dijo con tristeza.
Athan asintió pensativo y los tres se internaron en la maleza del bosque.


Dave recuperó la conciencia. Se notaba cansado y quería abrir los parpados, pero descubrió que el solo hecho de abrir los ojos le producía un cansancio horrendo.
Al cabo de dos intentos, Dave consiguió abrirlos.
Intentó ubicarse, pero no pudo. “¿Dónde estoy?” Pensó. Y como si le hubiesen leído la mente un hombre le habló:
-Hola Dave –Dijo con una sonrisa afable. –Estas en el Hospital Monte Carlos. –Hizo una pausa mientras le miraba los ojos con una linterna pequeña. –Mi nombre es Juan Antonio.
Dave asintió con la cabeza. El médico continuó hablando.
-Por lo que me han contado tus compañeros has tenido una pelea, ¿Eh? –Dijo Juan Antonio intentando animarle. Entonces Dave cayó en la cuenta.
Le miró con los ojos muy abiertos y le hizo la pregunta más difícil de su vida.
-Dani… -Tragó saliva. - ¿Dani esta… muerto?
Juan Antonio le tocó el hombro y le miró serio.
-No, pero esta muy grave. Perdió el conocimiento y ahora permanece en un estado de coma. –Dave no se lo podía creer. Él había hecho que él entrara en ese estado. Buscó con la mirada a alguien de confianza. Necesitaba hablar, necesitaba explicarle a alguien lo sucedido.
-Hemos llamado a tus padres… No tardarán en llegar. –Juan Antonio se separó de él mientras cogía algunos instrumentos –Aunque hay una chica muy guapa en la sala de espera que dice ser tu amiga. –A Dave se le iluminaron los ojos. Era Lía. –En cuanto te revise y vea que esta todo en orden la dejaré pasar, ¿Vale?
Dave asintió y deseó que la revisión acabara rápido.

Lía se levantó. No podía permanecer ni un minuto más sentada en esa silla tan incómoda. Tenía sueño y hambre, pero no se iría del hospital sin hablar antes con Dave.
Ella no se percató de la pelea entre Dani y él… pero cuando se dio cuenta de que sus compañeros no regresaban a clase, se internó en el patio y lo vio. Vio a Dave inconsciente en el suelo lleno de hematomas en la cara y con la nariz rota y a su lado a Dani, inconsciente también, pero este no tenía ni un rasguño.
Una voz le hizo alejar sus pensamientos:
-¿Esperando a Dave? –Lía se giró y ante ella estaba Lisa, con los ojos llorosos y los mofletes rojos.
Lía asintió silenciosamente. Iba a irse pero Lisa la sujeto del brazo obligándola a mirarla.
-Tu querido novio es un monstruo. Es malo y de solo un golpe ha hecho que mi novio entre en coma. –Lía observó los ojos de Lisa… Estaba realmente asustada y enfadada. Se soltó de ella y la miró retándola.
-Mi amigo –Enfatizó mucho esas palabras –No es un monstruo. Tu querido novio chiflado se merece estar en coma. Le pegó sin ningún motivo a Dave, todo por tu culpa. –La miró con ojos asesinos y la señaló – Eres una golfa, una estúpida y una creída.
Juan Antonio las interrumpió a tiempo.
-Emm… ¿Lía? –Preguntó lentamente. Lía se giró y lo observó. Era el médico de Dave. –Ya puedes entrar.
Lía asintió y se fue detrás del médico, dejando a Lisa con la boca abierta.

Cuando entró no pudo evitar estremecerse. Dave tumbado en una camilla, permanecía inmóvil. Tenía toda la cara llena de hematomas, en la nariz un parche y el brazo derecho vendado. Se acercó a él lentamente.
El médico los dejó solos y Lía se sentó en una silla junto a él.
-¿Cómo estas? –Preguntó preocupada.
-¿No me ves? Perfectamente –Dijo con una sonrisa. Lía le devolvió la sonrisa con cariño.
-Me asusté cuanto te vi en el suelo inconsciente… -Su voz ahora temblaba como si estuviese a punto de llorar.
-Ahora estoy bien. –Dijo sin quitar la sonrisa de su rostro. Parecía que intentara consolarla y animarla, cuando era él el que estaba en una camilla de un hospital.
-¿Qué sucedió? –Preguntó seria Lía. Y para su sorpresa, Dave también se puso serio y desvió la mirada.
-Yo… yo… -se miró la mano vendada. –No se que ocurrió… Soy, soy un monstruo.
Lía le acarició el pelo con cariño.
-No, no eres un monstruo. –Dijo con voz afable
-Sí, si lo soy. Yo… ahora no puedo explicarte que es lo que sucedió. Pero es mejor que te alejes de mi Lía, soy una mala persona y te podría hacer daño. –Lía le miró un momento y luego se levantó de la silla.
-Yo sabría que algún día te alejarías de mi… -Apretó el puño y organizó sus pensamientos. –Pero siempre pensé que te separarías de mí por mi personalidad… porque soy rara y porque nadie me entiende… Me da igual lo que seas, y me da igual lo que me puedas hacer. –Levantó la cabeza y le volvió a mirar –No te voy a abandonar, no voy a hacerte lo que me hicieron a mí.

El tiempo de visitas terminó y Lía tubo que marcharse a su casa.
Su madre la interrogó sobre que había sucedido. Pero Lía no le explicó nada… se sentía enferma.
Su madre lo notó y la sujetó del brazo.
-Tienes fiebre. –Le dijo tocándole la frente. –Y estas pálida. Parece que el virus ese no se ha curado del todo. - Lía se sentía cansada y no tenía ganas de replicar. Simplemente se soltó de su madre y se adentró en su habitación.
Iba a acostarse en su cama… pero un mareo le recorrió todo el cuerpo y sus ojos empezaron a nublarse poco a poco dejando a Lía, una vez más, en un lugar frío y oscuro.

Abrió los ojos y asustada, reconoció a la perfección esa oscuridad y ese frío que la invadía. Volvía a estar en ese lugar… y seguramente volvería a ver al hombre de los ojos plateados. Se puso nerviosa. Esa sensación de estar en un lugar pero no… era muy incómoda. Intentó no pensar en ello, pero algo le hizo perder su concentración.
Una puerta se abrió y la incitó a salir de esa habitación oscura y fría.
Caminó un largo rato siguiendo a un hombre que vestía una túnica. No le vio la cara, pero su larga túnica negra y esa sensación tan estremecedora que la recorría cuando estaba detrás de él, le confirmó que era el hombre de los ojos plateados.
Le siguió como un perro fiel sigue a su amo, sin cuestionarse a donde van ni porque.
El hombre de la túnica se paró en seco en una estancia blanca y bastante grande.
En ese lugar le esperaban tres hombres, realmente feos, vestidos con armaduras.
-Señor –Dijo el que parecía ser el cabecilla. Lía observó, asustada, su rostro. ¡Era realmente feo! Sus ojos asimétricos, su nariz torcida y esa piel pálida le ponían los pelos de punta. Ese ser no podía ser humano. – ¿Nos llamaba?
El hombre de los ojos plateados asintió con un leve moviendo de cabeza.
-Os necesito para una misión. –Dijo el hombre de ojos plateados. Lía se estremeció al escuchar su voz. No llegaba a acostumbrarse a esa voz inhumana. –Vosotros tres –Prosiguió el hombre… llamémosle el hombre oscuro. Así pues, prosiguió el hombre oscuro. –Viajareis al otro mundo, al mundo de los elegidos.
Los tres hombres feos se miraron entre si extrañados.
-¿Cómo? –Dijo el de la derecha. Este era más bajito y gordito, pero al igual que el cabecilla, era temible y feo. –No tenemos el poder de viajar a otros mundos.
-Cierto. Pero yo sí –Contestó el hombre oscuro. Lía estaba absorta en la conversación, y era como si, en lugar de estar allí, estuviera viendo una película.
-Os enviaré a ese famoso planeta llamado la Tierra, encontrareis a los elegidos sea como sea y –El hombre oscuro se giró hacia Lía y se quitó la capucha que ocultaba sus facciones dejando al aire libre sus ojos plateados. –Y… los matareis.
Esas últimas palabras las dijo mirando fijamente hacia Lía. “¿Me puede ver?” Pensó.
El hombre oscuro se volvió ha colocar la capucha no sin antes sonreírle a Lía.
-¡Cómo usted mande! –Contestó el cabecilla.
A Lía le empezó a doler la cabeza y notó como, poco a poco, la oscuridad y el frío se la volvían a tragar. Intentó chillar, pero su boca no emitía ningún sonido.
“Abre los ojos” Pensó “Abre los ojos”


Lía abrió los ojos. Reconoció enseguida su habitación. Estaba en el suelo y había vuelto a perder la conciencia. Se levantó lentamente y se acostó en la cama.
Estaba ardiendo, pero algo le decía que al cabo de una media hora ya no estaría enferma. Era como si, solo al caer enferma pudiera visualizar al hombre oscuro o… al contrario. Cada vez entendía menos las cosas y eso la frustraba.

Al cabo de media hora, como ella supuso, ya no tenía fiebre.
Decidió que escribiría en un cuaderno los rasgos de las personas a las que visualizaba cuando estaba inconsciente y las conversaciones que mantenían. No sabía porque lo hizo, pero pensó que eso le serviría para algo en el futuro. Cuando acabó de escribir, volvió a tumbarse en la cama. Se sentía muy exhausta. ¿Y si no era una alucinación? ¿Y si todo era real? ¿Pueden dos personas soñar con algo relacionado? Una vez más se replanteó unas preguntas sin respuesta. Se revolvió en la cama. No podía estar más tiempo ahí de brazos cruzados sin conseguir ninguna respuesta. Así pues se levantó, salió por la ventana y saltó la valla.
No sabía hacia donde tenía que ir, pero tenía una intuición. Caminó y caminó hasta que no pudo más. Se sentó en un banco exhausta y levantó la vista. Delante de ella estaba la biblioteca, la única biblioteca del pueblo.1
Algo le dijo que ahí encontraría algunas respuestas, así que entró a la biblioteca y se paró en seco delante de una inmensa columna llena de libros.
¿Qué buscaba? Ni ella misma lo sabía. Decidió ir a preguntarle a la bibliotecaria sobre algún libro relacionado con los sueños de Dave.
-Emm perdone –Dijo con un hilo de voz. -¿Me puede ayudar?
La bibliotecaria se quitó las gafas y la sonrió dulcemente.
-Claro dime, ¿Qué buscas?
-La verdad… no estoy muy segura de lo que busco. ¿Hay algún libro que tenga algo que ver con… con Ganer? –Preguntó nerviosa.
La bibliotecaria frunció el ceño pero no le cuestionó nada. Puso el nombre en el ordenador y luego la miró.
-Tengo un volumen… muy viejo en la última estantería. –La bibliotecaria se colocó otra vez las gafas y prosiguió –Su autor se llama Frederick Monse. Por lo que parece es un libro de fantasía. –Se quitó las gafas y volvió a mirar a Lía. –Nadie antes se ha llevado ese libro…
Lía asintió complacida y se retiró enseguida en busca de ese libro.
Recorrió las estanterías repletas de libros hasta llegar a la última estantería. Observó los libros que se hallaban. Eran todos viejos y, algunos, estaban medio rotos. Con las manos temblorosas cogió un libro cuyo título decía así:


Ganer un mundo mágico.


Lo observó detenidamente antes de abrirlo. Era un libro precioso, de tapa dura, con las letras bordeadas en plateado, lo cual transmitía aún más magia y fantasía.
Se asombró al no encontrar ninguna sinopsis del libro. Abrió la tapa lentamente y pasó cuatro hojas en blanco.
En la quinta hoja se hallaba un pequeño texto escrito por el autor. Respiró hondo dos veces y empezó a leer.

Querido lector:

No se que motivos tendrá para leer este libro, pero le advierto de que, una vez se interne en este mundo mágico su vida cambiará para siempre.
No cometa el mismo error que cometí yo, querido lector. No se ciegue ante la magia y el poder. No se ciegue ante el resplandor y la belleza…
Recuerde que su destinó lo marca usted, y que usted decide que hacer con su vida. No deje que nadie lo haga o nunca podrá regresar…
Aquí dejo mi sabiduría y mi eterno arrepentimiento.

Te amaré siempre Noa.

-Frederick


Lía releyó el texto mil veces. ¿Qué querría decir? ¿Qué nunca podrá regresar de donde?
Pasó la hoja con el corazón latiéndole desenfrenadamente. No pudo evitar estremecerse al leer el título del primer capítulo: LOS ELEGIDOS.
Se puso nerviosa, muy nerviosa. Se levantó y con el libro se fue a su casa. No podía leer el libro en la biblioteca, se sentía inquieta y observada.
Cuando llegó decidió que por ahora no le comentaría nada a Dave, puesto que en estos momentos se encontraba hospitalizado.
Se acomodó en su habitación y comenzó a leer ese misterioso libro, ese libro que Lía no sabía que, en lugar de darle respuestas, le daría más preguntas.

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