lunes, 16 de agosto de 2010

Capítulo 9º. El secreto del pergamino

Capítulo 9. El secreto del pergamino.

Para más información sobre Ganer, contactar con migo.
Frederick Monse – Barcelona, Plaza del duc de Medinaceli Nº 42


Dave terminó de leer el papel blanco que segundos antes Lía había sacado de un cajón.
-¿Por qué me enseñas esto? –Preguntó mirando el papel.
-¿Cómo que por qué te lo enseño? ¿Es que acaso no tienes intriga sobre quién es el autor que escribe lo mismo que sueñas tú? –Preguntó Lía arqueando una ceja.
Dave pareció entender y se levantó de un salto.
-¡Es verdad! –Exclamó – Pero… ¿Cómo sabe que Ganer y los elegidos existen si solo pueden saberlo los elegidos? – Lía le miró un momento y le acarició la cabeza como a un perrito.
-Él sabe de Ganer más que tú y yo juntos. Iremos a Barcelona, hablaremos con él, y solucionaremos esto, ¿Vale?
Dave la escuchó y apunto estuvo de asentir…
-¿Barcelona? ¿Ir? ¡Lía! ¡Somos menores de Edad y Barcelona queda muy lejos de Alicante!
Lía pareció meditarlo un momento.
-Si nos quedamos aquí, el ejército oscuro te matará a ti y a la elegida, ¿Es eso lo que quieres? ¿Morir sin saber por qué eres el elegido y por qué tienes que viajar a Ganer? –Contestó Lía, una vez más con una pregunta. Lía odiaba que la contestaran con una pregunta pero de tanto hablar con Dave se había acostumbrado a hacerlo también.
-Pero… tú no tienes por qué venir… No eres la elegida. –Esa afirmación realmente le dolió a Lía, pero lo disimuló. -¿Por qué quieres venir?
Lía sonrió mostrando sus perfectos dientes.
-Porque me gusta la acción.

Dave rió de buena gana. Cualquier persona que estuviera un tiempo con Lía pensaría que esa chica estaba loca, era antipática, basta e infantil. Pero Dave sabía que Lía era especial y le encantaba su personalidad. En un momento podía ser totalmente realista e inteligente, y más tarde, fantasiosa e infantil. Lía le hacía sentir muchas cosas al mismo tiempo. No era una persona monótona.
Dave sabía que si Lía no tenía amigos era porque ella lo quería.
-Esta bien… -Contestó por fin Dave. – Pero… ¿Cuándo marcharemos a Barcelona? ¿Y cómo?
Lía se movía con rapidez por su habitación. Cogiendo mochilas, mapas, y montones de utensilios.
-Ahora, nos escaparemos. –Dijo con una sonrisa pícara. –Cogeremos dinero y viajaremos en autobús. Intentaremos coger autobuses y trenes que viajen por la noche, así tendremos un lugar en el que dormir. Comeremos en bocaterías para que nos salga más barato. Tardaremos como máximo un día o dos en llegar a Barcelona. Hablaremos con Frederick y volveremos a casa.
Lía hablaba muy rápido y se la notaba feliz y emocionada. Esa era otra virtud de Lía… Que cuando estaba feliz no podías evitar contagiarte.
-¿Ahora? –Preguntó Dave asombrado. Lía asintió con la cabeza.
Dave sonrió y le ayudó a hacerse el equipaje.
En una mochila metieron: el libro de Ganer un mundo mágico, el papelito de la dirección de Frederick Monse y el cuaderno de dibujo de Lía. Decidieron que en esa mochila llevarían todo lo relacionado con Ganer y que harían turnos para llevarla.
Lía cogió una pequeña hoja blanca y escribió una nota para su madre.

Mamá me voy de casa durante unos días.
No te preocupes estaré bien.
Volveré pronto.

Un beso.


Cogió todo el dinero que tenía en su pequeña hucha y llenó una pequeña mochila de comida. Y así, con lo puesto, salieron corriendo hacia la casa de la abuela de Dave.
-Repasemos el plan –Dijo por quinta vez Lía. Dave bufó a modo de desesperación.
-¿Otra vez? –Preguntó cansado. – Entro a casa de mi abuela, le digo que me prepare la merienda, entro a mi habitación y me hago el equipaje. Meriendo tan tranquilo y le digo que me voy a dar una vuelta contigo. Dejo la nota en mi habitación y desaparezco.
Lía asintió complacida y le dio un empujón.
-Ya tardas –Concluyó con una sonrisa burlona.
Al cabo de diez minutos Dave salió con una sonrisa nerviosa.
- ¿Todo bien? –Preguntó Lía mirando hacia todos los lugares.
Dave asintió con fuerza. Lía le miró con decisión. No hizo falta palabras pues Dave entendió que es lo que quería decir Lía…
“Es la hora de partir” Pensó Dave. Segundos después los dos empezaron a correr y desaparecieron del pequeño pueblo, del pequeño pueblo llamado Cocentaina.

Lía y Dave se sentaron en el último asiento del autobús. Viajarían hasta Valencia y una vez allí cogerían un tren por la noche y llegarían a Barcelona por la mañana.
Lía se recostó en el asiento y se puso los cascos de música. No es que le entusiasmara viajar… es más se mareaba un poco así que decidió que lo mejor sería dormir un rato y así no notaría tanto el viaje.
Dave estaba a su lado mirando las provisiones de comida y dinero que tenían en la pequeña mochila. Lía se quitó los cascos y le miró seria.
-Deberías dormir… pareces cansado. –Dijo Lía apaciblemente. Dave la miró y le dedicó una dulce sonrisa.
-Tienes razón. –se recostó en la ventana y cerró los ojos.
No tardó en quedarse dormido… El viaje sería muy largo, así que tendría mucho tiempo para soñar y descansar…

Reisa tragó saliva. Sí que le tenía miedo… pero no quería que se notara, no quería que la tomaran como una niña pequeña y asustadiza… No, nunca más.
El capitán Jean rió de buena gana y la miró de arriba abajo.
-Pues deberías temerme… ¿O es que no te han contado historias sobre mí?-Preguntó el capitán enseñando todos sus dientes.
Reisa meditó. Si el capitán quisiera matarla, ya lo habría hecho… quizás solo quería divertirse un rato con ella… antes de matarla. Le daría diversión pues si era lo que deseaba, así haría tiempo para poder escapar. Frunció el ceño. Quería escapar del barco sí… pero no había ninguna embarcación más y sin barco no podrían viajar a Jeno.
-Sí… me han contando mil y una historias sobre vos. –Miró a todos los tripulantes y continuó hablando. –Matáis a sangre fría sin darle importancia al sexo o la edad. Sois capaz de matar a un recién nacido. –Escupió al suelo. –Sois un monstruo.
¿Quería divertirse? Pues Reisa le daría mucha diversión.
El capitán rió divertido.
-Niña, cuidado con tu vocabulario. He matado a personas por decirme menos cosas que tú. –Se puso serio y se acercó a ella lentamente. -¿O es que acaso no temes a la muerte?
Reisa se irguió pero no desvió la mirada.
-A la muerte temo… pero a vos no. –El capitán iba a acercarse a ella para replicarle pero un hombre interrumpió la escena justo a tiempo y llamó la atención del capitán.
-Capitán. –Dijo el tripulante. Le temblaba la voz levemente y parecía asustado. –No he podido descifrar lo que dice en este pergamino… Aunque sepa leer, no entiendo que quiere decir… -El capitán Jean hizo una mueca de asco.
-Tirarlo por la borda. –Gritó.
El tripulante que sujetaba el pergamino le rogó que no lo hiciera, pero el capitán ya se había girado y no le escuchaba. Le quitaron el pergamino de las manos y lo tiraron por la borda.
Reisa permaneció atenta y callada mientras observaba el pergamino que ahora otro tripulante sujetaba en las manos.
-¡Aaag! –Exclamó el Capitán Jean el sanguinario. –No hay nadie que pueda descifrar el mapa de mi tesoro.
-Uh… el capitán esta enfadado… -le dijo un tripulante a otro que estaban al lado de Reisa. –Ten cuidado niña, ha secuestrado a muchas personas para intentar descifrar lo que pone en el pergamino, y todos han fallado. Si el capitán esta enfadado, eso supone para ti la muerte. –Le susurró un tripulante a Reisa.
Reisa miró el pergamino de reojo y tubo una idea.
-Yo quizás si pueda descifrar que pone en el pergamino. –Dijo Reisa alzando la voz.
El capitán se giró y arqueó una ceja.
-¿Me tomas el pelo? ¿Una niña consentida descifrar un pergamino? –Rió cruelmente.
Reisa se estremeció pero no perdió la calma.
-Sé leer y se comprender la escritura. Además… vos no perdéis nada por dejarme intentar descifrarlo… ¿No? –Continuó Reisa esperanzada de tener una oportunidad.
El capitán pareció meditarlo.
-Tienes razón… No pierdo nada… -La miró de reojo como esperando algo. –Y si lo descifras… ¿Qué pedirás a cambio? ¿Oro? ¿Libertad?
Reisa sonrió dulcemente.
-A cambio quiero que nos llevéis a mí y a unos amigos a Jeno. El continente de las brujas y los duendes.
El capitán rió de buena gana.
-¿Solo eso? Esta bien niña… Pol acércame el pergamino. –Pol era el tripulante que había subido a Reisa al barco se acercó al capitán con el pergamino en la mano y se lo tendió.
El capitán lo abrió y lo miró un momento antes de dárselo a Reisa.
-Adelante. –Dijo con una sonrisa de tiburón.
Reisa asintió y abrió el pergamino en el suelo y empezó a leerlo atentamente.

El secreto ha permanecido oculto,
Nadie sabe del tesoro,
Los seres mágicos lo guardan, los seres mágicos lo cuidan,
Antes nadie lo buscaba,
Cuando el crepúsculo descendió
Un pirata lo averiguó,
No sabía dónde estaba,
Aureo no ayudaba,
Diamantes y perlas, pasión y magia,
Es lo que contiene el tesoro perdido,
Lucharon por él, murieron por él,
Un rayo descendió y lo escondió,
No se sabe dónde esta,
Imaginar sólo queda ya…
¿Cómo encontrarlo?
¿O cómo buscarlo?
Rastrea y rastrea… el secreto esta aquí,
No busques y piensa,
Imagina y no creas,
¿O es qué no quieres el gran tesoro?
Si eres inteligente lo sabrás, solo tienes que pensar,
Él y yo somos tú ayuda,
Encontrar esto es decisivo,
Sin el pergamino estas perdido,
Camina y camina pero no andes,
O altas cumbres se esparcen,
No tengas miedo, se valiente,
Dentro de poco conseguirás tú meta ardiente,
Entonces serás rico y poderoso,
Elige ser bondadoso,
Lo utilizarás a buen recaudo,
Tienes poco tiempo, rápido
Él y yo somos tú guía,
Sólo lo encontrarás con valentía,
O recuerdas este pergamino,
Raras veces alguien lo ha poseído,
O nunca encontrarás el tesoro, el tesoro prohibido.


Terminó de leerlo y se quedó pensativa.
-A primera vista no tiene sentido nada de lo que pone. –Concluyó Reisa sin apartar la mirada del pergamino. –Debe de esconder algún mensaje secreto.
El capitán se sentó a su lado y la miró serio.
-Si me dejáis un tiempo, intentaré averiguarlo.
El capitán asintió y rió de buena gana.
-No pierdo nada… en verdad no pierdo nada. –Cogió una botella de ron y desapareció de la vista de Reisa.
Todos los tripulantes se pusieron a hacer faenas, unos limpiaban otros preparaban el timón… Menos Pol que estaba al lado de Reisa observándola silenciosamente.
-¿Cómo habéis hallado este pergamino? ¿Cómo estáis tan seguros de qué no es una broma? –Preguntó Reisa interesada por primera vez en el tema.
-¿Nunca antes habías oído hablar del tesoro prohibido? –Preguntó asombrado Pol. –Es una leyenda. Todos los piratas del mundo buscan ese tesoro. Pero solo el capitán Jean el sanguinario tiene la única pista que lleva al tesoro. –Hizo una mueca de pena –Pero el problema es que ningún pirata sabemos leer, por eso tenemos que contratar a gente para que nos ayude. Nadie ha conseguido descifrarlo…
-Pero puede que sea eso… Una leyenda, un mito. Quizás no es real… quizás es un cuento para niños.
Pol meneó la cabeza.
-El pergamino lo escribió el Rey de los piratas antes de morir. Él era el único que sabía donde estaba el tesoro. Pero no quiso decírselo a nadie. Todos los piratas luchaban y morían por saber donde se encontraba ese gran tesoro acumulado por el Rey pirata, el más rico, valiente y poderoso del mundo entero.
El rey pirata era muy codicioso, y decidió que el tesoro se lo llevaría el pirata que lo encontrara primero y superara una prueba de sabiduría. Pero todo el mundo sabe que los piratas no son sabios.
-¿El rey pirata? –Preguntó Reisa. El sacerdote nunca le habló de él.
Pol asintió.
-¿Y cómo encontró el capitán Jean el pergamino? –Preguntó cada vez más asombrada.
Pol sonrió con admiración.
-Oh… niña mi capitán es muy poderoso. Viajamos a Pyrena y entramos en el volcán más grande del continente. Nosotros esperamos al capitán en el barco mientras él se sumía en una aventura inimaginable. Luchó con dragones y hechiceros. Y sólo con la ayuda de su espada consiguió llegar a los confines de Pyrena y rescatar el cofre maldito.
A Reisa le encantaban las historias así que se ilusionó y le pidió que continuara.
-¿El cofre maldito? –Preguntó Reisa.
-Así es niña. El rey pirata pidió a las brujas de Jeno que le echaran una maldición a ese cofre. Si lo abrías con desesperación y rabia sucumbirías a la maldición y la última pista ardería. Pero nuestro capitán fue audaz y no abrió el cofre, no. Secuestró a un niño pequeño y le obligó a abrirlo. Los niños no están desesperados ni enrabiados así que el pergamino no se prendió. Pero no hemos podido descifrarlo aún…
Reisa asintió con la cabeza. Y volvió a mirar el pergamino.
Había oraciones que no tenían porque estar en el renglón de abajo. Además de que después de coma nunca se ponía mayúscula.
Entonces lo comprendió y empezó a leer de nuevo el pergamino con otros ojos.
Las manos empezaron a temblarle y el corazón a latirle desenfrenadamente.
Pol pareció notarlo porque le preguntó.
-¿Qué ocurre niña?
Reisa se levantó y miró fijamente a Pol.
-Pues ocurre que me vais a tener que llevar a Jeno. –Dijo con una sonrisa perfecta.

Athan y la princesa Dianthe llevaban todo el día deambulando por las costas doradas de Layna esperado a que amaneciera.
Athan estaba inquieto porque había mucho silencio y no había ni una sola persona.
-¿Tú crees que lo conseguirá? –Preguntó la princesa Dianthe con respecto a Reisa.
-No creo… No veo a nadie por aquí… ni un barco ni una persona. –Concluyó Athan mirando hacia el horizonte. –Es imposible pues encontrar una embarcación.
-Y… ¿Entonces qué haremos? –Preguntó con un hilo de voz la princesa Dianthe. -¿Cómo llegaremos a Jeno? ¿Y si Arwel me encuentra? ¿Y si…?
Athan se giró y le sujetó de las manos.
-Nada de eso va a ocurrir. Conseguiremos llegar a Jeno. Confía en mí. –Dijo Athan con firmeza.
Dianthe asintió confusa y desvió la mirada hacia el suelo.
-Siento no ser valiente… y no ser fuerte como tú o como Reisa. –Continuó Dianthe sin apartar la mirada del suelo. –Pero a mí no me criaron para huir y luchar… me criaron para una misión más importante y más delicada. Guardar un secreto. Esa es mi misión en la vida… ¿Comprendes?
Athan la miró con ternura y asintió silenciosamente.
-No te preocupes por nada. Lo comprendo todo Dianthe. –Y le cogió la mano y la besó dulcemente. –Conmigo estas segura y no tendrás ni que luchar ni que huir.
Dianthe sonrió y se perdió en sus pequeños ojos marrones. Eran unos ojos marrones peculiares. Tenían un brillo plateado que denotaba un gran poder oculto en ellos.
Y así cogidos de las manos, Athan y Dianthe asistieron al maravilloso espectáculo del amanecer del sol.
Athan se revolvió inquieto.
-Reisa no tardará en llegar. Tendremos que buscar alguna manera de viajar a Jeno y lo antes posible… -Athan miraba a Dianthe mientras hablaba. Pero pronto se dio cuenta de que ella no le escuchaba si no que miraba más allá de su rostro.
-Me parece que no tienes que buscar nada Athan. –Contestó Dianthe con una sonrisa burlona. –Tenemos embarcación.
Athan se dio la vuelta y observó como, un barco pirata, se acercaba a la orilla y como una pequeña niña, que debía ser Reisa, les saludaba emocionada.
-¿Nos vamos? –Preguntó Reisa sin poder evitar sonreír.

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