miércoles, 4 de agosto de 2010

8º Capítulo. El capitán Jean el sanginario

Capítulo 8. El capitán Jean el sanguinario.

Dave aún sujetaba con fuerza la espada curva y afilada que intentaba el cabecilla clavarle en el corazón. Su mano derecha, la que sostenía la espada, emanaba un resplandor azulado que conseguía cegar a su adversario.
Todo iba a cámara lenta, y no podía escuchar nada más que un fuerte palpitar en su oído. Tragó saliva y se concentró en sacarse al tipo feo de encima.
Apretó el filo de la espada con todas sus fuerzas y con una patada se lo quitó de encima.
Dave, aturdido pero vivo, se levantó y caminó lentamente hacia el cabecilla del ejército oscuro que intentaba levantarse. Se había dado un buen golpe contra la pared de la plaza. Dave sonrió con firmeza. “Con que solo soy un niño, ¿Eh?” Pensó.
El tipo se levantó y le dedicó una sonrisa dejando al descubierto sus horrendos dientes amarillentos y sucios. El cabecilla, sin dejar de sonreír, se abalanzó hacia él.
Dave lo esquivó fácilmente y le cogió de la mano con la que sujetaba la espada obligándole a que mirara fijamente el filo de esta.
-¿Con eso me quieres atacar? –Inquirió Dave. No podía escucharle, pues el palpitar de sus oídos eran muy fuertes, tampoco se escuchó su voz. Pero supo que el tipo le había entendido porque dirigió su mirada hacia la espada y la observó.
Estaba rota por la mitad. Poco a poco, pues todo iba a cámara lenta, la cara del cabecilla fue cambiando drásticamente. Dejó de sonreír y le miró como si fuera la primera vez que le miraba. Le tenía miedo. Dave aprovechó ese momento de duda del tipo y con la otra mano le dio un golpe en la nuca como tiempo atrás hizo con Dani.
Pero aunque Dave fue muy rápido, el tipo ya había desaparecido. Se había desmaterializado. Miró aturdido a todos los lados de la plaza. Nada.
Poco a poco, el tiempo empezó a ir más rápido y sus oídos empezaron a oír con más claridad. Pero al mismo tiempo que todo volvía a la normalidad, su cuerpo se ponía más y más débil. Pronto ya no podría ni abrir los ojos y perdería el conocimiento.
En ese momento vio, vagamente, como una figura femenina se acercaba hacia él y le cogía del cuello y los hombros evitando así caer al suelo. Pues volvía a perder el conocimiento.

Athan, la princesa Dianthe y Reisa llevaban más de cinco días viajando.
No tardaron en conseguir unos caballos fuertes con los que viajar. Pero aún así el viaje se les hizo eterno. Pero al fin, después de tanto trotar y caminar llegaron a los confines de Layna.
Reisa observó emocionada el mar. Nunca antes lo había visto, pues había vivido siempre en un pueblo al interior. La brisa marina le revolvía el pelo y le limpiaba los pulmones dejando, a su paso, olor a salitre.
Athan se ocupó de devolver a Reisa a la realidad.
-Reisa, no tenemos mucho tiempo. –Dijo Athan con una voz clara y autoritaria.
Reisa respiró hondo una vez más y le miró esperando órdenes.
-Dejaremos los caballos aquí en libertad –Continuó hablando Athan. –Ahora necesitamos encontrar una embarcación con la que viajar a Jeno. –Reisa asintió con fuerza.
-Yo se donde podemos encontrar una. –Se rascó la cabeza… No, definitivamente no tenía ni idea de donde podría encontrar una embarcación con la que viajar. Pero hacía ya casi una semana que se sentía inútil. Quería hacer algo por Athan y la princesa.
La observó un momento. Reisa no tenía ni idea de porqué el ejército oscuro la buscaba con tanto ahínco pues Athan no comentó nada sobre el tema durante el viaje. Lo que tenía claro era que la princesa era muy importante y si… bueno si él la encontraba sería el fin… ¿El fin de qué? Movió la cabeza intentando no pensar en ello. No lograría adivinarlo si no se lo contaban y sabía que no lo harían pues era una niña que solo hacía que estorbar. Se mordió el labio y miró una vez más el mar. No, nunca más estorbaría. Por eso aprendió a luchar y a utilizar la daga. No quería sentirse una carga. Quería ser autosuficiente. No iba a darse por vencida.
-¿Tú?-Preguntó Athan con una ceja arqueada.
-Así es. –Respondió Reisa secamente. –Nos vemos al amanecer aquí mismo. No tardéis o partiré sin vosotros. –Y con esas palabras se alejó de Athan y la princesa.

Vagó por la costa de Layna. Hacía ya una hora que buscaba una embarcación, un pueblo o una persona. Pero no había nadie. Se mordió el labio. Tenía que encontrar una manera de viajar a Jeno, no podía defraudar al último mago.
Y como si su deseo fuese concebido, divisó a lo lejos un pequeño barco.
No dudó ni un instante, se tiró al agua y empezó a nadar. Nunca había nadado en el mar pero no resultó difícil. Era parecido a nadar en el lago, solo que en el mar se flotaba más. Nadó con todas sus fuerzas mientras chillaba para que la vieran.
Cuando estaba lo suficientemente cerca como para que la vieran, un hombre alto y moreno se asomó por la borda y la miró expectante.
Reisa lo observó. Tenía el pelo negro y sucio al igual que su cara. Sus ojos eran negros y su nariz alargada. Vestía con una ropa ligera y sucia al igual que todo su cuerpo.
El hombre arqueó una ceja y le dedicó una sonrisa.
-Vaya… -Habló el hombre. Tenía una voz dura y rasposa. –Me disponía a pescar… pero me parece que hoy es mi día de suerte. –Continuó hablando el hombre.
Reisa se quedó embobada y perdida en sus ojos negros. “¿Qué quería decir?” Pensó Reisa asustada. Entonces lo vio. Había estado tan ocupada nadando que no se fijó en la bandera negra. “Piratas…” Susurró para si misma.
Cuando quiso darse cuenta, un hombre que se había lanzado al agua la cogía de los hombros y le tapaba la boca. Y así, a la fuerza, la subieron al barco. Allí arriba la esperaban diez hombres vestidos con ropas parecidas al que debía ser el capitán. La miraban de arriba abajo con sorna. El capitán se acercó a ella y le cogió de la barbilla obligándola a mirarle a los ojos.
-Es solo una niña. –Dijo el capitán. Todos los tripulantes rieron. El hombre que la sujetaba había desaparecido, estaba a merced de un capitán que creía que era una niña que se había perdido. No, nunca más sería una niña indefensa. Delicadamente metió su mano en el bolsillo trasero de su pantalón. Con la otra mano que tenía libre apartó las garras con las que el capitán le agarraba de la barbilla y, rápidamente colocó la daga a escasos centímetros de su cuello.
Todos los tripulantes callaron y observaron la escena. El capitán se paró en seco y levantó las manos lentamente sin separar la vista de sus ojos.
-Eso no es un juguete… -Continuó hablando el capitán. Reisa se levantó y le miró con asco.
-Haber este es el trato. –Habló por primera vez Reisa. –O nos lleváis a mí y a unos amigos a Jeno o…
-¿O qué? –Preguntó divertido el capitán.
-O te mato. –Prosiguió Reisa. Pensaba que todos los tripulantes callarían y la tomarían enserio. Pero, al contrario, toda la tripulación estalló a carcajadas.
Reisa se puso roja de la vergüenza.
El capitán se separó lentamente de ella y le quitó la daga de las manos. Y antes de que pudiera hacer nada, este le devolvió la daga con una sonrisa.
-Me caes bien, niña. –Dijo con una sonrisa. – Mi nombre es Jean. El capitán Jean.
Reisa palideció levemente y se puso nerviosa. Aceptó la daga rápidamente y apuntó con ella hacia el capitán Jean.
-¿El capitán Jean? ¿Jean el sanguinario? –Preguntó nerviosa Reisa.
Jean rió de buena gana, pero no desmintió ese mote con el que casi todo Ganer le conocía.
-Así es pequeña… ¿Tienes miedo? –Preguntó divertido El capitán Jean.
Reisa tragó saliva. Claro que tenía miedo. El sacerdote le contaba mil historias sobre él.
Era uno de los piratas más malvados y codiciosos de todo Ganer. Mataba a sangre fría sin importarle el sexo o la edad. Pero a pesar de tener muchísimo miedo no quería parecer una niña estúpida y miedosa.
-No –Contestó firmemente como le había enseñado Athan a contestar.


-¡No! –Chilló Dave en sueños. Lía le acarició la cara mientras le secaba el sudor. Había perdido el conocimiento hacía ya rato, pero parecía que eso no le impedía dejar de soñar. Debía haberle llevado al médico, pues tenía un corte en la barriga y estaba inconsciente. Pero hacía rato que notaba una presencia acechándola y persiguiéndola y optó por esconderse con Dave en un lugar seguro.
Dave tenía poderes. Lía lo había visto todo. Había visto como rompía la espada del cabecilla del ejército oscuro solo con apretar la mano. Había visto como se movía a una velocidad inhumana, había visto su mano resplandecer, sus ojos nublados y había escuchado su voz ronca. Ese no era Dave. Parecía poseído y lleno de poder.
Reprimió un escalofrío. ¿Por ser el elegido tenías poderes? Se sintió celosa por un momento. Ella deseaba con toda su alma tener poderes y vivir una aventura.
Acarició el pelo rubio ceniza de Dave que, poco a poco se iba despertando.
-Que…¿Qué ha ocurrido? –Preguntó Dave visiblemente aturdido.
-¿No recuerdas nada? –Inquirió Lía arqueando una ceja. Estaba peor de lo que pensaba.
-No… Sí… No se… -Contestó levantándose lentamente del suelo. –Y… ¿Y los tipos feos? ¿Qué ha pasado con ellos? El que me atacó a mí desapareció, pero los otros dos buscaban a la elegida.
-¿La elegida? ¿Buscaban a la elegida? ¿Sabes quién es? –Preguntó Lía con una cara indescifrable. Dave se apuró un momento ante tantas preguntas.
-Sí, si y no. –Lía asintió pensativa y volvió a alejar la mirada a un punto lejano. –Ganer es real, ¿No? Mis sueños… -Tragó saliva –Mis sueños son reales, ¿Verdad? ¿Tú lo sabías?
Lía le cogió la mano a Dave y la apretó con fuerza.
-Sí… Estuve haciendo investigaciones. Encontré un libro en la biblioteca sobre Ganer… El primer capítulo trataba sobre los Elegidos y su leyenda.
-¿Leyenda? –Preguntó Dave con el ceño fruncido.
Lía respiró hondo y con una voz serena le dictó los versos de la leyenda.
- Y un día los elegidos se encontrarán.
No importará la época o el lugar, el sexo o la lealtad.
Juntos vencerán la oscuridad y salvarán Ganer de la maldad.
De otro mundo vendrán y juntos partirán.
Surcarán los cielos, navegarán las aguas, enfrentarán demonios, ganarán batallas, bailarán con brujas, derretirán el hielo, viajarán a la muerte y al mundo entero.
Cuando el Sol* muera podrán vencerle y por cada dios recibirá muerte.
Aunque siempre puede cambiar el final, ni eso las brujas podrán predicar.

AUREO*


Dave, poco a poco, soltó la mano de Lía.
-Tú lo sabías y no me dijiste nada… Tú sabías que yo era el elegido, sabías que soñaba con Ganer y que pronto tendré que viajar allí… ¿Por qué no me lo dijiste? –Preguntó Dave sin mirarla a los ojos.
-Yo… Dave. –Lía no se rendiría tan fácilmente. Le volvió a coger de la mano y le obligó a mirarla a los ojos. –Ese libro lo encontré justo el día en el que te hospitalizaron. Lo leí por la noche. Al día siguiente tú saliste del hospital. Ni si quiera fui a visitarte. ¿Cómo querías que te lo contara?
-¿Es que acaso lo ibas a hacer?
Lía le miró fijamente a los ojos e intentó pensar con claridad. ¿Se lo iba a contar? Sí… sí que se lo iba a contar. Lo único que no tenía claro si contarle eran sus extrañas visiones con el hombre de ojos plateados.
-Sí, sí que lo iba a hacer. –Contestó Lía segurísima de su respuesta.
-No es la primera vez que me ocultas cosas Lía… Se que me ocultas algo más. –Continuó Dave.
-Puede… pero eso ya no tiene importancia.
-¡Sí que tiene importancia! ¡Yo te lo cuento todo! ¡Confío en ti! ¿Por qué tú en mí no? –Al realizar tal esfuerzo Dave gimió y se apretó la herida de la barriga. Aunque era superficial, no dejaba de sangrar.
-Vamos a mi casa, te curaré la herida y podremos hablar más tranquilos. –Ayudó a Dave a levantarse y caminaron en silencio hasta su casa.

Terminó de ponerle la gasa en la barriga. Lía agradeció que su madre en esos momentos no estuviera en su casa, así las cosas serían más sencillas.
Dave se agachó la camiseta y se levantó de la cama de Lía.
-¿Qué tengo que hacer? –Preguntó de repente Dave.
Lía le miró como se mira a un alumno que cuestiona una pregunta que le profesor no sabe responder.
Se levantó, cogió el libro de “Ganer un mundo mágico” y se lo tendió.
-No lo se Dave. Supongo que buscar la elegida y viajar con ella a Ganer. Salvar a Athan, la princesa y Reisa… -Lía desvió la mirada un momento y se recostó en la cama mientras Dave abría lentamente el libro.
-No se si quiero hacerlo… -Dijo Dave en un susurro. –No es mi mundo.
-No parece que tengas elección. –Continuó Lía. –Si no vas, el ejército oscuro, que no se como ha llegado hasta aquí, te matará. Por muchos poderes que tengas… ellos son fuertes, siguen órdenes de una persona muy poderosa. Si no te matan ellos lo hará él.
Dave dejó suavemente el libro encima de la cama y la miró serio.
-¿Él? ¿Vas a decirme de una vez quién es él? –Apretó el puño pero no desvió la mirada –Tengo derecho a saberlo… ¿No?
Lía se rascó la cabeza. Ella había visto en sus alucinaciones a esos tres tipos… por lo tanto, todo lo que había visto en su extraña visión era cierto. Al igual que Dave, podía visualizar Ganer. ¿Sería ella la elegida? ¿Por eso le perseguían esos dos tipos?
Dave se impacientó así que no tuvo más remedio que contestarle.
-El día que me desmayé en clase… tuve una alucinación. –Lía no tenía ganas de darle muchos detalles así que intentó ser breve. –Visualicé a un hombre que conocía a Athan, el último mago. No te dije nada porque pensé que sería producto del delirio causado por la fiebre. –Dave iba a hablar, pero Lía hizo un gesto en ademán de que no había terminado –Hace un día, volví a perder la consciencia. Una vez más visualicé a ese tipo de ojos plateados. Esta vez no hablaba de Athan… Hablaba de los elegidos. Les decía a tres tipos feos que tenían que viajar a La Tierra para eliminarlos. –Lía acabó de hablar. Pero no le dejó tiempo a Dave de decir algo porque, a continuación, cogió su cuaderno de dibujo y le enseñó los ojos extraños que dibujó sin querer y los dibujos de los tres hombres de su última alucinación.
Eran exactamente iguales a los que les habían perseguido. Dave permanecía con la boca abierta sin poder creerse nada de lo que le contaba Lía.
Dave hizo ademán de hablar, pero Lía meneó la cabeza a modo de respuesta.
-No. Primero léete el primer capítulo del libro. Luego pregúntame lo que quieras.
Dave asintió silenciosamente y empezó a leer el primer capítulo del libro.

Leyó las últimas palabras con detenimiento.
Recordó cuando Lía le preguntó si le gustaría viajar a Ganer. Ahora que debía hacerlo no estaba seguro de si quería o no. Pero lo peor era que, parecía que su destino ya estaba escrito y no podía hacer nada para cambiarlo.
Tenía mil dudas en la cabeza y por mucho que leyera un libro, este no se las quitaría.
-Ya he leído el primer capítulo. –Lía se levantó de la cama y se sentó a su lado. –Pero no me dice nada… es como un… ¿Cuento? ¿De qué nos va a servir esto?
-Tienes razón… No nos va a servir de nada. –Entonces Lía sonrió. Dave la miró expectante. Antes de que Dave pudiera decir algo, Lía le corto. Sí, definitivamente a Lía le gustaba cortarle. –Pero se de alguien que si nos puede dar respuestas.
Y así con esa sonrisa enigmática se levantó y abrió un cajón que tenía al lado de la cama. Sacó un pequeño papel blanco y lo abrió.
Dave frunció el ceño. ¿Qué es lo que había en ese papel blanco?

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